en la tranquilidad de este poema
escrito con la mano
del que cierra la puerta al apagar la luz.
Mis tres hijos acaban de dormirse.
Necesito el silencio para pensar en ellos.
Colores indelebles en un lápiz
de trazado infantil,
vuelven a dibujar
-pero esta vez en serio-
un árbol, una casa, la memoria
de una luz encendida
con sabor a diciembre,
los cristales del miedo
y la ilusión del porvenir
bajo el sol de los días laborables.
Un hijo es el segundo país donde nacemos.
Con su falta de edad nos hace cumplir años
y nos devuelve
al mundo del reloj,
a las llamadas telefónicas
que son una raíz
en la orilla del tiempo.
Un hijo nos enseña a preguntar
con voz de agua
la verdad decisiva de la tierra.
Ser como juncos, y en amor flexibles,
no asegura respuestas
ni confirma el reposo.
Luis Gª Montero - Con espinas (extracto)
El "duro" pero gratificante trabajo de ser papá.
Al final es eso lo que fotografías cuando entras en una casa donde hay un bebé.
Sonrisas y ojeras, supongo que ese es el resumen, igual no tan poético como las palabras de Gª Montero, pero no por ello menos real y precioso.
Y en casa de Natasha se escuchaban susurritos y cariños en ruso, en italiano, en castellano... porque las sonrisas y las ojeras son internacionales!
Música: Goldmund - Dane Street